I
Despertaba una luna
llena, sobre noche sempiterna
un septiembre excomulgado;
un alarido sonaba sobre
un poste de pino yerto
de telégrafo,
allá donde polillas danzaban
batiendo elipses bailando,
sobre cantiles de la aldea
maldita, el susurro de luna
llena, eclipsaba miradas
insomnes y ojos de gato.
II
Noche sonaba de nuevo
aquel veranillo de san Miguel
entrando y escuchándose
en ojos la bella doncella
Escarlata de palidez
atónita, y ámbar en ojos
enhechizados, compases
de escarcha que derretían
nervios fugaces, de su belleza
sobrecogedora, sin escapar,
no era nunca tiempo suficiente
para blandir brillo encendido
y sentir la lluvia de párpado.
III
Hechicero, degustaba su sombra,
entre un sigilo de almendros
místicos y sosiego de chopos
nevados, era tiempo de
enfrentar el baile final
y gemir que no acabara
la danza sepulcral trae
la vida, ya rizaban
las veintidos horas y
murciélagos rasgaban
el cielo terso, como
atravesando sombrío quejido
fundiéndose en oscuridad brilladora.
Förüq y Leannán-Sídhe
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