martes, 5 de julio de 2022

CATEDRAL DEL LABERINTO DE ESPEJOS, continuará...





Era una mansión abisal,
de tres gárgolas vigías
custodiando un laberinto inextricable
de la orden el fuego su espejo;
guarida y morada de corceles centauros,
la flor de Hércules crecía de una luz
lejana, sigilosa y eterna,
crecía de aquel inframundo
un olmo eterno guardián,
todo hojas en ojos en llamas,
viborillas por ramas.
Hidras y Esfinges, como Medusas
avisaban con su acecho yerto
del peligro, refugiaba,
aquella guarida maldita
que hasta dioses temían surcar.
Aquel bosque umbrío de laberinto,
era de aguas azabache y brea encendida.
Poso de almas errantes y jinetes difuntos,
todo servía a la sed de sangre,
en esta fortaleza se custodiaba
la llave de la virtud jamás enseñada

mas había...

FÖRÜQ Miguel Esteban


 II



Más había un cerro
las almas condenadas,
en su cima era de nieve roja, sangre congelada
allá germinaban las semillas del mal
y odio resplandeciente, su deshielo
alimentaba el río la Estrida tiniebla.
Toda bestia aguardaba el regreso de Perséfone,
mujer de Ares, Rey de aquel inframundo.
Así con ella, recibir órdenes a cumplimentar
sobre la tierra Numinosa, del humano ser.
La virtud jamás enseñada, custodiada,
era tan ambicionada por los héroes del mundo fértil
cual néctar y ambrosía, los castos dioses.
Requería aquel cerrojo del portón, de tres llaves,
sólo conocidas por Perseo, un semi-dios,
había que cercenar tres ramas de tres espinos
que allí sangraban, áureos de plata, bronce,
y titanio, si destino dictó y era semejante...














III


Semejante empeño cuando se llega
a las fauces del Averno,
este árbol triple en espinas dorado
se esconde del ímpetu errado
sólo el nacido de la sangre de los dioses
es merecido a ser guiado por el negro cisne
fácil es bajar al Averno, ardua tarea
regresar y escapar a las auras del cielo
las aguas de los lagos estigios
y su río la Estrida brotaban de esta guarida
que misterios todos, acoge,
junto con toda el agua abismal
nutre cada pozo, también había una encina
turquesa, donde se podía escuchar
los fúnebres gritos de un cuervo blanco,
era morada de almas errantes y espíritus
que sólo su oscuridad abrigaba.
Quien escribe ofrenda al sacrificio
la mitad de su locura, extensa, habitada.



Förüq castellano Miguel Esteban










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