viernes, 13 de octubre de 2023

Refluyente en tu ser

 



























Cielo de tu amor que acaricio,

en el suspiro del tiempo desvanecido,

en cada luna que te encuentro,

en cada vida que te siento.

Cómo no hacerlo si vives dentro,

si cada minuto lo vuelves tierno.

Vuelo con este sentimiento de fuego,


cabalgo el firmamento,

encontrando el verso despierto.

Como estas ganas de devorarte lento,

que sientas el deseo morder tu cuello,

y la sangre de cada flor de piel y verso.

Donde el agua y la poesía

hacen el amor con tu cuerpo.

En este campo de sentimiento

la sangre de la tierra vistió de amapolas,

cada beso de amor sin tiempo.

El bronce deja su cuchillo

a las espigas del cielo.

Hierro baña la sangre de este guerrero,

vivo y muerto por tus suspiros.

De tu corazón preso, guardián de cada latido,

redentor en el silencio frío.

Amante serpiente en el calor de la ilusión

que te dibuja en mi mente.

Siempre presente, a la hora que la oscuridad

late y envuelve.

Donde te volviste mi bendición,

realidad, abrigo y latido

de la inspiración invencible.

Como invencible dios Sol, que toda vida rige.

Amada hada, esposa de este mío sentir,


acompañante de cada vuelo fulgente.

Tu semilla de amor germinaste en mi pecho,

amapola roja y negra, sangre y tinta

que cada verso expresa sin descanso.

Fluyendo como el río que brota en almas a su paso.

Voz amante de tu presencia en mi mente,

donde el te amo cada noche se siente.

Cura de soledad y maravilla hasta la muerte.

Donde mis rosas dejarán su sangre.

Nunca dejaré de escribir al amor,

a esta pasión de tenerte,

a cada luna que de malva el cielo me tiñe,

a todas las flores sencillas donde te veo,

donde descubrirás que este duende te será fiel,

y a cada semilla que nace pone tu nombre,

donde encontró su latido noble,

y mil veces más fuerte

lento se apodera de tu bosque.

Las campanillas en flor le oyen

y distingue el espíritu de cada árbol,

en cada pequeña vida a dios encuentra,

donde la armonía la acaricia el idioma oculto

de las hojas al viento.

Como el abrazo de la yedra al árbol

y el beso del rocío primero a las flores del campo.


En paz me siento en mi entorno,

y en la ciudad muero lento.

Bendita la vida por darme tu amor,

por darme ojos para ver cada vida en color,

siente esta caricia sin dolor

observa que de mí el cielo se apiadó,

donde sin envidia ni mal

eterno vivo, como poeta sin tiempo en tu recuerdo,

voy allí lejos de este mundo,

donde empieza nuestro bosque sin destino,

donde libre, todo sigue su espiral sagrada,

el ciclo de la vida y la muerte,

el resurgir del agua, la sangre y de la tierra.

Amada te canto, de tu mano siempre mi te amo,

contigo siento la fuerza

de la tierra, el agua, el viento, el fuego, y la magia

que en arrullo acarician mi cuerpo,

contigo no temo a ningún abismo, infierno, ni

tormento,

a ti te debo cada verso.


El Castellano y Leannan-Sidhe


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