Lime esta araña:
Limé, el tiempo se abrió
estremecieron fulgores mansos,
mordí el viento
aboqué aromas de florestas húmedas
a un límpido reposo
digno de altas flores,
yo construí el engranaje de mi silencio
latido de este el mío verbo,
hojas atrás no murió mi ímpetu,
cabalgó horas de hastío rey del tormento,
un cebollino nombré caballero de mi poesía
trashumante.
Diestro compás silente me reí de la muerte,
pétalos atrás no caí sin simiente
era o no mi dulce suerte,
rajando al silencio clavándole
fugaces muertes para otros ojos
para otros esbozos dementes,
ritmo cadente al fragor de nanas aterciopeladas,
en verde musgo un fantasma de lo vivido muerdo,
abrigué mi latido me tocó vivir
en casa del surrealismo,
un trance desdoblado de boca abierta,
siendo esta escritura un pez de eterna cola,
satisfecho cuándo
no dejaré de escribir ni aunque muera,
alguien lo pregunta,
no me cansa esta limadura,
abro la puerta del cerrajero universal
por si algo suena,
una serpiente preguntó
si era yo real acaso tú lo eres o te acabo de pensar,
vente al lago de la vida eterna
mataremos a Hipsípila
que luce senil y arrogante,
carpa respira en tierra creyó que la tierra era su cielo,
un ocaso perdido,
una luz difunta,
entre el verdor de los pinos
una lustre sombra camina,
jilguero que en su cardillo posa,
bola que no sé dónde anclarla,
vida en mi tiesto
si no soy planta lo demuestro,
luce de risa mi esqueleto,
raspas atrás alimento este don funesto,
ventanas rotas, cristales calientes
todos los cuadros de tu vida
volviéndose polvo,
todos tus héroes vueltos pasto,
infinito remanso
cúspide de mi alma hiriente,
sones quiebran tambores,
abeja de mi panal yo quiero tu flor
tengo el aguijón,
viviendo para el momento,
nací mejor que la estática muda
de esta araña infernal,
entre estos jardines del alba
nací vencejo
como toda existencia tuve infancia
con mis animalitos que encontraba
feliz fui,
crecí y tomé del mundo
gustos como disgustos,
a mi sufrimiento
lo puse con marco en mi habitación.
saqué mis clavos con otros clavos,
y qué, fui malo y bueno,
este planeta acaso no obliga,
reí lloré al fin dije
estoy vivo, que venga el mejor que yo
que yo mejoro lo mío,
consumí solariegas planicies del polvo,
pero no fui pelo ni pelusa,
me gusta lo que me gusta,
azares precoces de mi destino
desnudo en oscuros puertos sin salida,
indemne tras estamparme
de precipicios al ardor de cinco silos,
era o no era soy el mayor egoísta cobarde,
pero amo mi estampa porque sólo yo la llevo,
qué remedio mejor vendido
ninguno,
déjame ser veleta de este negro puerto,
flagra mis espinas de hierro,
seré mejor que yo mismo
conforme mande el tiempo,
llórame estas nubes de otoño,
que me arde este cuarto de siglo,
disfruté y lloró mi abismo,
dame los puntos cardinales
de tu cuerpo
seré reflejo y tormenta perfecta,
perdí el norte en mi poema
llegaré derretido el horizonte
a tu casa cabaña del cielo
lloraré metales y simientes
hasta que zarpes mis mares.
IX
Derrites mi estampa fija
al ardor de tus ojos marrones
este hielo mío alzado,
miradas obtusas
entre la ventana al infierno,
deslices quietos se cuelan
por abismos dibujados,
escucha el sonido de tu grillo,
estira su sol mayor,
allí donde la luz que le daba calor
era ausente, crepitaba entre yedras,
el amor a su espiga naciente,
ababol entre fulgores silvestres
tras él
el sendero agrietado
por donde nacía el río
de todas las flores desangradas,
lirios negros acompasaban su orilla,
llegando al manantial eterno,
de Hipsípila y su reino,
ocasos sonrientes,
entre miradas complacientes,
el único reino se estremecía,
derretían sus pilares,
la oscuridad hizo manada,
el día tornó noche cabalgada,
vapores exhalaban las esencias
que todo conformaban,
los cauces olvidados
se llenaban de sangre
los ríos lucían su rojo brillo
con hematite,
la realidad había cambiado,
los colores lucientes de los suelos
eran dominados por tonos mustios,
cual era de la penumbra,
los mares eran seña de brea encendida,
el averno tomó superficie,
todo lo muerto se alzaba de nuevo,
era de las caras muertas,
la lluvia caía hacia arriba,
las estrellas de aquella noche eterna
en vez de luz
emitían a modo de ironía
capítulos de erase una vez el hombre,
todos los edificios
se alzaban ahora horizontales,
Los huesos caminaban,
la luz quedó prohibida
bajo honda sepultura,
las leyes naturales fueron cambiadas
por antinaturales,
la aberración gobernaba
todo lustre en movimiento,
los peces se volvieron parásitos,
y se multiplicaban solos,
la red sanguínea
que seguía la vida
era de color azabache
por su podredumbre alcanzada,
no había oxígeno
todo respiraba humo
de este mundo en llamas,
Hipsípila era feliz en la luna,
sembrando sus simientes
siendo el principito
de esencia invisible a los ojos,
sabiendo que su retorno
estaba cercano,
para sembrar todo el planeta tierra
y tener su reino de nuevo.
Por esta fuente fría:
Retozo este empeño,
traspuesto a los fuegos
del hombre
y su cuerda,
pasa los tiempos llorando.
Diestro, ambivalente
en dirección umbría,
vive colgando huesos
de sus pestañas huecas,
bajo mis sombras,
cenizas laten,
la quebrada fluye,
un iris
de ojo negro
en estos pilares
de fuego
que me alzan
estaciones que correr
años que nacer
en tierra abierta.
Estrellas que matan,
mi aliento de piedra,
atravesando estos ojos
brota mi fértil lluvia.
Crepita mi dragón
en esta fuente fría
profundo,
arde su brillo
de oscuras alas,
retinas, un frente
la caída de esta falcata.
En este cerrado horizonte
rizado, expuesto, consumado,
mis soledades tejen.
Una encina
que lejos habla,
que cerca grita
yo soy por siempre,
eco que se retoza
entre verdes valles
que teñidos
en furor de sangres.
Ay la tierra.
Ay de ella,
sé mi hundida victoria,
por este umbral
silente que marca
mi frente,
por este puente, por esta cepa,
el ruido es fulgente,
los ocres rinden
en colapsos de tules
iridiscentes.
Cabalgaré el astro
traeré esta flor de luz
a Hipsípila,
de una montaña
a un dulce valle,
injertada la sombra
la vena late,
traigo la creada ascua,
por si reverbera,
sobre un tiempo muerto
en el que no dolía
esta rivera.
II
Rompo saco los ejes
de esta imaginación en campana,
yunques despiertos me clavan
que llegó mi momento,
taciturno lustre oxidado,
alas en bronce agujereado,
es por mí es por ti
que dicta este haz apolillado,
polvo en el viento
sombra desterrada,
el alma de un cuervo,
un granate dirige esta mi sed,
hasta ser color de ayer clavado,
al limpio, seco, duro faz ensartado
cabalgo que avanzo
y sombras me acompañan
esta visión serena, opaca, angelada,
siendo directriz fusilada,
que late el cuello de la penumbra,
cuando oscuridad llama
estoy sembrando objetivo
de mi postrada calma.
III
Tiempo que se oxida
en este vilo,
eternidad azogada
en negras tijeras,
es el tiempo
de mis murciélagos emergiendo
de las sombras y su madre,
se estira otra primavera
por mi avenida,
me mordieron
y no me arrepiento
de mi nueva vida que tiento,
oscuros silos me acogen
donde sembrar alaridos
de vidas traspuestas
a mi fría caricia,
soy ente de otro ente,
mi sombra me quiere,
yo la digo que un día la alcanzaré,
que muy lejos no vaya,
avanzo que trenzo
el tiempo de mi suspiro helado,
para no tener alma
ni espíritu de hielo,
sólo una sed de vida
por repletar,
de un horizonte al hierro
encontrado,
de una arteria
hago río de sangre
en mi adentro.
I
Blándeme en mitad del campo,
sólo allí que la encina enraíce mi carne,
el hinojo lata al son el tambor de sus flores,
la carrasca grite verdades del monte,
vereda quieta, enarbolada,
soledad disparada sin descanso,
sólo allí reinará mi alma,
en letras escritas en las hojas de vida,
las lindes teñirán de rojo y negro,
de tinta y sangre el resurgir del añil
aliento dibujado de toda vida en color,
del albor a la muerte en flor
se alzará mi latido con su amor.
II
Renace en la piel,
en el albor sin conciencia,
hace más frío que antes
sentido muerto, caído
olvido yerto
raíz del ser
más callado que el invierno
avanza camina a voz
todo lo que he perdido
polvo de estrellas, hierro de océanos
piedra de montañas...
hazme recordar alas cansadas
cosas grises que te gustaba sentir
mi amada así sabes
horizontales que no puedo olvidar
ejes verticales de conciencia
sin dormir
danza la primavera del lugar
con mi soledad pintada
en la sangre de mis ojos
todo lo que veo teñido
la ilusión cae en gotas derramadas
cayendo congeladas
desnudo mi cuerpo en la penumbra
del segundo quieto
raíces comiendo mis venas
hojas de mi historia mustia, abatida
sentido muerto
viviendo por ver morir el momento
momentos atrás que cae el recuerdo
sin miedo, sin sentimiento
todo hirviendo
sólo este sarmiento de cuerpo
esperando que juzguen a su alma
libre de maldad
quién estará allí
quién vendrá a darme un camino que seguir
solo en la oscuridad
donde todo comienza
las sombras me reconfortan
y veo en luz mi vida
para encontrarte
algo que darte de dentro de mí.
Un amor rugiendo en la boca de la estrella.
III
Diestro del mar a la montaña,
visten sus flores coloradas orgullosas y sentidas
cual caricia de su jardinero que las ama
el viento armado escala cual seco rayo
su sol enturbiado se paran las oraciones
Hipsípila dejó su crisálida
en un caballo alado recorre sierras y sus manantiales
recolectando toda simiente desde todo confín
al inerte sombrío albor,
mientras su fría luz crece y camina
sin franca tapia ni verja que detenga su escalar
vuela vaga la libélula para posarse en su hombro
recio brazo arrido ninguna simiente cae a su lado inerte
que lleva que trae a su castillo olvidado
hechiceros de todos los reinos desvelaban que sólo
un reino se mantendría vivo
y no era el del humano ser
Hipsípila cabalgaba por naturaleza su religión
abarcando de la tierra a la lluvia
cual rayo cortado de Sol su cabello
los pájaros trinaban en su castillo
hipsipila siempre vivirá como invencible Sol.
Santo señero,
dulce iris de mis desnudos campos,
dioses habitaron tu entraña que guarda,
cumbre eres de la loma despeñada,
réquiem de viejas espadas
que te labra,
quieto, el viento te encara,
vuelve a soñar que fuiste tiempo
de los tiempos,
estático límite
congoja deslizada de abriles febriles,
una oda me avanza
sin piel, sin moral sobrecogedora,
decidle a la tierra
que mi alma bulle,
este parco horizonte me teme,
oiré frentes, rayos fuertes, crepitantes,
un desnudar de las secuelas de esta voz,
amaré tu vientre como se aman las flores,
no habrá reino
contra Hipsípila
aterra calma entre alas
de libélula,
entre sueños de drosera.
Partiré mi vida,
recostando mis sangres,
floreciendo rosas a mi madre Belleza,
hasta sembrar mis aras redondas, abiertas,
en un guiño que descalza
sones por hendiduras sangrientas,
hasta enjaular mi aliento que te canta
por ajuares de estrellas las más bellas,
mi desaparecida sombra,
plañe que llora en su alma verde, pura,
oh Castilla, quién en tus alas nunca muriera,
eres un enjambre de furtivas
soledades que se vencen,
caminas tus vastos metales
en tu oscura tierra,
una sed te fulmina lo perenne de tu sonrisa,
te duerme la piedra tu encina,
un deshojar de tu rivera
siempre,
de tu río Mundo
a mi pùeblo de Fuente-Álamo
jamás te muestras herida
mi Castilla bonita
mi Castilla sin yaga
por la que encuentro
en el cielo un monte y un atajo,
hasta vivir la plenitud
de dicha en barbecho de tu idea
mi vida, mi raíz,
mi falcata de natura.
El Castellano
Flor de tierra:
Fuego en el agua de su mirada
de los vientos auspiciada,
la ceniza consumía su carne
ardía sin mesura su compostura
naufragó valles y sus caricias
su bandera fue de su vena acequia
molinillos fugaces sus pestañas
de él se enamoraban las hadas
de ella la primavera entera
con cabellos del rayo de Sol nacidos
ojos de tierra sin lugar era bella
clamaba su voz la cima de la montaña
descendió abismos
para anclar su esencia en la belleza
que late y envuelve su huella
conquistada en miel
su ambrosía
gemía la caricia
para brotar altares de hueso
y murciélagos de sangre
lloraba piedras en sabiduría prendidas
la bondad alzaba en servicial entrega
su fuerza era de su amor hoguera
él lloraba flores para ella su amada
su verbo a veces tornaba carmín
en pétalos de silvestres rosas desangradas
su voz germinaba la tierra a su paso
el amor a la tierra no le detuvo
ni sostuvo en fracaso,
encontró con ella el amor
que le fue negado llorando espinas
y si sus abrojos nacieron no fue
más que para rajar el viento
difuminando el tiempo en estaca
de eternidad con fuente y manantial
anclado gozo en armonía
bailando de la mano y naciendo del alba
jamás capturada
pupila enfrentada
que mecía
que gritaba,
retorciéndose la sombra.
El Castellano y Leannán-Sídhe
Primer poema sobre Hipsípila: 14-09-2015
Hipsípila, crisálida azogada,
Reflejando su muda,
Y a su dueño abandonarla
para ver lámina de cielo emplomado,
lejano y distante su reino de amor está
Como su princesa por capturar,
El pájaro único, igual a todos,
Blandea en estiaje gris lánguido,
Mientras llueve en el jardín inglés
Bruñido su color añil.
Vientre de hierro
Donde crece su flor de difunto.
Vaga libélula destinada
Al estanque de la vida eterna.
Camina, difumina, rige su cenit.
Viejo lobo reclama
A su enamorada luna
Que le lleve,
Tordo, de la oliva tu fuste
Junto con el córvido tesoro
De nueces,
El duende su pipa humeando
El esfumino del sonido del grillo.
El reposo de castilla
Sin preludio de su princesa
Que no amará su tierra
Si no a su Hipsípila captor de su vida
Alba más preciosa
Que su anterior atavío triste
Mira los ojos de zinc de su dragón
Y la magia vuelve a su Amor.
Fúlgido insecto primero en descubrir
El estanque y al beber
Dragón tornó su ser.
Ahora le vendrá el reino
De los valerosos hombres
Él con ojos de fuego y sangre
Mimetizarse puede y en voz
Deslizarse, fúlgidas cabelleras
Cual hombre del norte,
Nada le oculta a su princesa
Que ya Más no quiere
seguir sus tareas de castillo
Ella quiere casarse con su dragón locuaz
inmortal que le guiará
Al estanque de la vida eterna
Un pensamiento divaga
Del ser en que ella abrirá
El albita de la cuerda
Del grillo que marcará su son
En violín y oro caracol
Con siniestra forma de corazón.
Förüq
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