miércoles, 24 de mayo de 2023

Profecía

 








Lime esta araña:


Limé, el tiempo se abrió

estremecieron fulgores mansos,

mordí el viento

aboqué aromas de florestas húmedas

a un límpido reposo

digno de altas flores,

yo construí el engranaje de mi silencio

latido de este el mío verbo,

hojas atrás no murió mi ímpetu,

cabalgó horas de hastío rey del tormento,

un cebollino nombré caballero de mi poesía

trashumante.

Diestro compás silente me reí de la muerte,

pétalos atrás no caí sin simiente

era o no mi dulce suerte,

rajando al silencio clavándole

fugaces muertes para otros ojos

para otros esbozos dementes,

ritmo cadente al fragor de nanas aterciopeladas,

en verde musgo un fantasma de lo vivido muerdo,

abrigué mi latido me tocó vivir

en casa del surrealismo,

un trance desdoblado de boca abierta,

siendo esta escritura un pez de eterna cola,

satisfecho cuándo

no dejaré de escribir ni aunque muera,

alguien lo pregunta,

no me cansa esta limadura,

abro la puerta del cerrajero universal

por si algo suena,

una serpiente preguntó

si era yo real acaso tú lo eres o te acabo de pensar,

vente al lago de la vida eterna

mataremos a Hipsípila

que luce senil y arrogante,

carpa respira en tierra creyó que la tierra era su cielo,

un ocaso perdido,

una luz difunta,

entre el verdor de los pinos

una lustre sombra camina,

jilguero que en su cardillo posa,

bola que no sé dónde anclarla,

vida en mi tiesto

si no soy planta lo demuestro,

luce de risa mi esqueleto,

raspas atrás alimento este don funesto,

ventanas rotas, cristales calientes

todos los cuadros de tu vida

volviéndose polvo,

todos tus héroes vueltos pasto,

infinito remanso

cúspide de mi alma hiriente,

sones quiebran tambores,

abeja de mi panal yo quiero tu flor

tengo el aguijón,

viviendo para el momento,

nací mejor que la estática muda

de esta araña infernal,

entre estos jardines del alba

nací vencejo

como toda existencia tuve infancia

con mis animalitos que encontraba

feliz fui,

crecí y tomé del mundo

gustos como disgustos,

a mi sufrimiento

lo puse con marco en mi habitación.

saqué mis clavos con otros clavos,

y qué, fui malo y bueno,

este planeta acaso no obliga,

reí lloré al fin dije

estoy vivo, que venga el mejor que yo

que yo mejoro lo mío,

consumí solariegas planicies del polvo,

pero no fui pelo ni pelusa,

me gusta lo que me gusta,

azares precoces de mi destino

desnudo en oscuros puertos sin salida,

indemne tras estamparme

de precipicios al ardor de cinco silos,

era o no era soy el mayor egoísta cobarde,

pero amo mi estampa porque sólo yo la llevo,

qué remedio mejor vendido

ninguno,

déjame ser veleta de este negro puerto,

flagra mis espinas de hierro,

seré mejor que yo mismo

conforme mande el tiempo,

llórame estas nubes de otoño,

que me arde este cuarto de siglo,

disfruté y lloró mi abismo,

dame los puntos cardinales

de tu cuerpo

seré reflejo y tormenta perfecta,

perdí el norte en mi poema

llegaré derretido el horizonte

a tu casa cabaña del cielo

lloraré metales y simientes

hasta que zarpes mis mares.


IX

Derrites mi estampa fija

al ardor de tus ojos marrones

este hielo mío alzado,

miradas obtusas

entre la ventana al infierno,

deslices quietos se cuelan

por abismos dibujados,

escucha el sonido de tu grillo,

estira su sol mayor,

allí donde la luz que le daba calor

era ausente, crepitaba entre yedras,

el amor a su espiga naciente,

ababol entre fulgores silvestres

tras él

el sendero agrietado

por donde nacía el río

de todas las flores desangradas,

lirios negros acompasaban su orilla,

llegando al manantial eterno,

de Hipsípila y su reino,

ocasos sonrientes,

entre miradas complacientes,

el único reino se estremecía,

derretían sus pilares,

la oscuridad hizo manada,

el día tornó noche cabalgada,

vapores exhalaban las esencias

que todo conformaban,

los cauces olvidados

se llenaban de sangre

los ríos lucían su rojo brillo

con hematite,

la realidad había cambiado,

los colores lucientes de los suelos

eran dominados por tonos mustios,

cual era de la penumbra,

los mares eran seña de brea encendida,

el averno tomó superficie,

todo lo muerto se alzaba de nuevo,

era de las caras muertas,

la lluvia caía hacia arriba,

las estrellas de aquella noche eterna

en vez de luz

emitían a modo de ironía

capítulos de erase una vez el hombre,

todos los edificios

se alzaban ahora horizontales,

Los huesos caminaban,

la luz quedó prohibida

bajo honda sepultura,

las leyes naturales fueron cambiadas

por antinaturales,

la aberración gobernaba

todo lustre en movimiento,

los peces se volvieron parásitos,

y se multiplicaban solos,

la red sanguínea

que seguía la vida

era de color azabache

por su podredumbre alcanzada,

no había oxígeno

todo respiraba humo

de este mundo en llamas,

Hipsípila era feliz en la luna,

sembrando sus simientes

siendo el principito

de esencia invisible a los ojos,

sabiendo que su retorno

estaba cercano,

para sembrar todo el planeta tierra

y tener su reino de nuevo.



Por esta fuente fría:


Retozo este empeño,

traspuesto a los fuegos

del hombre

y su cuerda,

pasa los tiempos llorando.


Diestro, ambivalente

en dirección umbría,

vive colgando huesos

de sus pestañas huecas,

bajo mis sombras,

cenizas laten,

la quebrada fluye,

un iris

de ojo negro

en estos pilares

de fuego

que me alzan

estaciones que correr

años que nacer

en tierra abierta.

Estrellas que matan,

mi aliento de piedra,

atravesando estos ojos

brota mi fértil lluvia.

Crepita mi dragón

en esta fuente fría

profundo,

arde su brillo

de oscuras alas,

retinas, un frente

la caída de esta falcata.

En este cerrado horizonte

rizado, expuesto, consumado,

mis soledades tejen.

Una encina

que lejos habla,

que cerca grita

yo soy por siempre,

eco que se retoza

entre verdes valles

que teñidos

en furor de sangres.

Ay la tierra.

Ay de ella,

sé mi hundida victoria,

por este umbral

silente que marca

mi frente,

por este puente, por esta cepa,

el ruido es fulgente,

los ocres rinden

en colapsos de tules

iridiscentes.

Cabalgaré el astro

traeré esta flor de luz

a Hipsípila,

de una montaña

a un dulce valle,

injertada la sombra

la vena late,

traigo la creada ascua,

por si reverbera,

sobre un tiempo muerto

en el que no dolía

esta rivera.



II


Rompo saco los ejes

de esta imaginación en campana,

yunques despiertos me clavan

que llegó mi momento,

taciturno lustre oxidado,

alas en bronce agujereado,

es por mí es por ti

que dicta este haz apolillado,

polvo en el viento

sombra desterrada,

el alma de un cuervo,

un granate dirige esta mi sed,

hasta ser color de ayer clavado,

al limpio, seco, duro faz ensartado

cabalgo que avanzo

y sombras me acompañan

esta visión serena, opaca, angelada,

siendo directriz fusilada,

que late el cuello de la penumbra,

cuando oscuridad llama

estoy sembrando objetivo

de mi postrada calma.



III


Tiempo que se oxida

en este vilo,

eternidad azogada

en negras tijeras,

es el tiempo

de mis murciélagos emergiendo

de las sombras y su madre,

se estira otra primavera

por mi avenida,

me mordieron

y no me arrepiento

de mi nueva vida que tiento,

oscuros silos me acogen

donde sembrar alaridos

de vidas traspuestas

a mi fría caricia,

soy ente de otro ente,

mi sombra me quiere,

yo la digo que un día la alcanzaré,

que muy lejos no vaya,

avanzo que trenzo

el tiempo de mi suspiro helado,

para no tener alma

ni espíritu de hielo,

sólo una sed de vida

por repletar,

de un horizonte al hierro

encontrado,

de una arteria

hago río de sangre

en mi adentro.



I


Blándeme en mitad del campo,

sólo allí que la encina enraíce mi carne,

el hinojo lata al son el tambor de sus flores,

la carrasca grite verdades del monte,

vereda quieta, enarbolada,

soledad disparada sin descanso,

sólo allí reinará mi alma,

en letras escritas en las hojas de vida,

las lindes teñirán de rojo y negro,

de tinta y sangre el resurgir del añil

aliento dibujado de toda vida en color,

del albor a la muerte en flor

se alzará mi latido con su amor.



II

Renace en la piel,

en el albor sin conciencia,

hace más frío que antes

sentido muerto, caído

olvido yerto

raíz del ser

más callado que el invierno

avanza camina a voz

todo lo que he perdido

polvo de estrellas, hierro de océanos

piedra de montañas...

hazme recordar alas cansadas

cosas grises que te gustaba sentir

mi amada así sabes

horizontales que no puedo olvidar

ejes verticales de conciencia

sin dormir

danza la primavera del lugar

con mi soledad pintada

en la sangre de mis ojos

todo lo que veo teñido

la ilusión cae en gotas derramadas

cayendo congeladas

desnudo mi cuerpo en la penumbra

del segundo quieto

raíces comiendo mis venas

hojas de mi historia mustia, abatida

sentido muerto

viviendo por ver morir el momento

momentos atrás que cae el recuerdo

sin miedo, sin sentimiento

todo hirviendo

sólo este sarmiento de cuerpo

esperando que juzguen a su alma

libre de maldad

quién estará allí

quién vendrá a darme un camino que seguir

solo en la oscuridad

donde todo comienza

las sombras me reconfortan

y veo en luz mi vida

para encontrarte

algo que darte de dentro de mí.

Un amor rugiendo en la boca de la estrella.


III

Diestro del mar a la montaña,

visten sus flores coloradas orgullosas y sentidas

cual caricia de su jardinero que las ama

el viento armado escala cual seco rayo

su sol enturbiado se paran las oraciones

Hipsípila dejó su crisálida

en un caballo alado recorre sierras y sus manantiales

recolectando toda simiente desde todo confín

al inerte sombrío albor,

mientras su fría luz crece y camina

sin franca tapia ni verja que detenga su escalar

vuela vaga la libélula para posarse en su hombro

recio brazo arrido ninguna simiente cae a su lado inerte

que lleva que trae a su castillo olvidado

hechiceros de todos los reinos desvelaban que sólo

un reino se mantendría vivo

y no era el del humano ser

Hipsípila cabalgaba por naturaleza su religión

abarcando de la tierra a la lluvia

cual rayo cortado de Sol su cabello

los pájaros trinaban en su castillo

hipsipila siempre vivirá como invencible Sol.



Santo señero, 

dulce iris de mis desnudos campos,

dioses habitaron tu entraña que guarda,

cumbre eres de la loma despeñada,

réquiem de viejas espadas

que te labra,

quieto, el viento te encara,

vuelve a soñar que fuiste tiempo

de los tiempos,

estático límite

congoja deslizada de abriles febriles,

una oda me avanza

sin piel, sin moral sobrecogedora,

decidle a la tierra

que mi alma bulle,

este parco horizonte me teme,

oiré frentes, rayos fuertes, crepitantes,

un desnudar de las secuelas de esta voz,

amaré tu vientre como se aman las flores,

no habrá reino

contra Hipsípila

aterra calma entre alas

de libélula,

entre sueños de drosera.

Partiré mi vida,

recostando mis sangres,

floreciendo rosas a mi madre Belleza,

hasta sembrar mis aras redondas, abiertas,

en un guiño que descalza

sones por hendiduras sangrientas,

hasta enjaular mi aliento que te canta

por ajuares de estrellas las más bellas,

mi desaparecida sombra,

plañe que llora en su alma verde, pura,

oh Castilla, quién en tus alas nunca muriera,

eres un enjambre de furtivas 

soledades que se vencen,

caminas tus vastos metales

en tu oscura tierra,

una sed te fulmina lo perenne de tu sonrisa,

te duerme la piedra tu encina,

un deshojar de tu rivera

siempre,

de tu río Mundo

a mi pùeblo de Fuente-Álamo

jamás te muestras herida

mi Castilla bonita

mi Castilla sin yaga

por la que encuentro

en el cielo un monte y un atajo,

hasta vivir la plenitud

de dicha en barbecho de tu idea

mi vida, mi raíz,

mi falcata de natura.


El Castellano


Flor de tierra:


Fuego en el agua de su mirada

de los vientos auspiciada,

la ceniza consumía su carne

ardía sin mesura su compostura

naufragó valles y sus caricias

su bandera fue de su vena acequia

molinillos fugaces sus pestañas

de él se enamoraban las hadas

de ella la primavera entera

con cabellos del rayo de Sol nacidos

ojos de tierra sin lugar era bella

clamaba su voz la cima de la montaña

descendió abismos

para anclar su esencia en la belleza

que late y envuelve su huella

conquistada en miel

su ambrosía

gemía la caricia

para brotar altares de hueso

y murciélagos de sangre

lloraba piedras en sabiduría prendidas

la bondad alzaba en servicial entrega

su fuerza era de su amor hoguera

él lloraba flores para ella su amada

su verbo a veces tornaba carmín

en pétalos de silvestres rosas desangradas

su voz germinaba la tierra a su paso

el amor a la tierra no le detuvo

ni sostuvo en fracaso,

encontró con ella el amor

que le fue negado llorando espinas

y si sus abrojos nacieron no fue

más que para rajar el viento

difuminando el tiempo en estaca

de eternidad con fuente y manantial

anclado gozo en armonía

bailando de la mano y naciendo del alba

jamás capturada

pupila enfrentada

que mecía

que gritaba,

retorciéndose la sombra.


El Castellano y Leannán-Sídhe





Primer poema sobre Hipsípila: 14-09-2015


Hipsípila, crisálida azogada,

Reflejando su muda,

Y a su dueño abandonarla

para ver lámina de cielo emplomado,

lejano y distante su reino de amor está

Como su princesa por capturar,

El pájaro único, igual a todos,

Blandea en estiaje gris lánguido,

Mientras llueve en el jardín inglés

Bruñido su color añil.

Vientre de hierro

Donde crece su flor de difunto.

Vaga libélula destinada

Al estanque de la vida eterna.

Camina, difumina, rige su cenit.

Viejo lobo reclama

A su enamorada luna

Que le lleve,

Tordo, de la oliva tu fuste

Junto con el córvido tesoro

De nueces,

El duende su pipa humeando

El esfumino del sonido del grillo.

El reposo de castilla

Sin preludio de su princesa

Que no amará su tierra

Si no a su Hipsípila captor de su vida

Alba más preciosa

Que su anterior atavío triste

Mira los ojos de zinc de su dragón

Y la magia vuelve a su Amor.

Fúlgido insecto primero en descubrir

El estanque y al beber

Dragón tornó su ser.

Ahora le vendrá el reino

De los valerosos hombres

Él con ojos de fuego y sangre

Mimetizarse puede y en voz

Deslizarse, fúlgidas cabelleras

Cual hombre del norte,

Nada le oculta a su princesa

Que ya Más no quiere

 seguir sus tareas de castillo

Ella quiere casarse con su dragón locuaz 

inmortal que le guiará

Al estanque de la vida eterna

Un pensamiento divaga

Del ser en que ella abrirá

El albita de la cuerda

Del grillo que marcará su son

En violín y oro caracol

Con siniestra forma de corazón.


Förüq



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