viernes, 5 de mayo de 2023

Nuestra profecía, leyenda cursante

 




I
Es el cortejo,
escucho la estridencia recta.
La espada que afila
el vivo vidrio reluciente,
pan y oro, estaca argenta,
la estirpe en nobleza,
triunfo sobre las aguas
de Sol y lunas anunciado,
ornada la blanca savia,
oh gloria triunfal,
cuál tu rama a mi reserva
ruido beligerante ya marcha
sobre los densos campos

II
atleta ciñe mi torso,
y centauro, caballo, en tormenta
sangre danza mi estandarte,
oh, de guerra, gran monumento
clarín y fiero guerrero
de pronto se asordan
los sones,
Hipsípila rompió
 su crisálida
se paran las oraciones
el tiempo se enmudece
brujos de todas las cortes
vaticinaban
que sólo un reino se mantendría vivo
y no era el del humano ser

III
caminó sierras y labrantíos
cerros y altas montañas
encumbró sin esfuerzo
bosques sombríos
cruzó los ríos y valles,
la naturaleza él honró.
Dónde irá ese hombre,
con paso lento y decidido
del rayo de Sol, al relámpago 
relucido.

IV
Hipsípila no entendió
la religión del hombre
que no era basada
en el rayo de Sol.
La naturaleza era de él 
la religión.
A una señora Hada
vampiro, prometió
una flor de la montaña
más remota y perdida, 
brotada.

V
Cabalgó en aras
su corazón
y al llegar aquella
montaña una serpiente
sabia encontró
cual ella le dijo
aquella flor bajo el fresno
las cenizas tu padre
Hipsípila, es tan antigua
que vio los tiempos nacer
ella cuidará tu ventura,

VI
allí fue y extrajo de su tierra,
y la llevó
con tierra de su hogar.
Al volver a su castillo
olvidado, con la flor
una mariposa 
posó en su hombro
le comentó que
aquella flor era tan antigua
que tenía capacidad
de sentir intacta como
los humanos

VII
tan antigua que ni los helechos
blandían comparación
de ella se despidió
tras ella le indicara
que si moría
esa flor,
moriría también
su aguerrida alma.
Le dio permiso
para beber de su polen
a aquella reina mariposa
y marchó de vuelta.
Leannán te traigo
nuestra flor
de Hércules intacta,
sin un solo pétalo
ni raíz herida,
a la orilla del río lo quiso, a la orilla
del río bordeando
su castillo él la puso
en su ribera
cada año de color
distinto 
florecía su amor.

VIII
Un año notaron 
triste a su flor
necesitaba más tierra
y piedras de dondé crecía
así lo quiso, así sería y así fue,
un año después
tras las primeras lluvias
tras el estío
abrió su flor de color
sanguinoso, despertaron, 
tras caer las semillas
las hijas Sídhe

IX
que decía una leyenda
fueron hadas
que cuidaron cada bosque
y arroyuelo
hijas, de aquella flor mágica,
de hipsípila y Leannán Sídhe
que la cuidaban
con esmero
viviendo juntos en armonía 
siglo tras siglo
en amor triunfal
y armonía destellada.


Förüq y Leannán-Sídhe

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