lunes, 12 de julio de 2021

Riera del silencio










I
Dulce y sonrío,
acompaso, el ufano corazón
ardoroso, sembrado,
en música suave,
regado por mi turbado espíritu.
Vaga y liviana, vuela
la libélula,
por orilla del Henares.
Su zigzagueo acecha.
Con tonos una pasión diluida.
Entré, bajo horrido sopor.


II
Un estiaje subordinado,
parecía.
Entre estos valles
y montañas precoces,
volaba el tábano.
Pajaritos cantaban,
en el almendro, 
de soto colindante.
Mi júbilo borbotea,
la voz del baldío.
Un silencio mortecino,
misterioso.
De altos montes,
que la lentitud del terreno colma
y rebosa.



III
Sus mejillas eran como caléndulas,
ella, como pastorcica de ojos en belleza,
flores parecía bajaban,
la loma al verla.
Con mi sangre,
el campo blasfema,
al son de tormenta,
vengo recto.
No callaré al monte,
ni secaré el río, a mi paso;
ardimiento audaz traigo,
en espalda.
El son de rayo mi hierro blandea.




Förüq castellano Miguel Esteban

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