lunes, 23 de mayo de 2022

Clareza









I
Avanzo esta mi tarde callada,
veo mi voz que grita en la penumbra,
lentamente, camino un contento de letra,
el sol no anda turbio,
me siento en la piedra su belleza,
la soledad avanza matando,
que si oyera cantara,
estrella como diamante,
de blanca ala,
clareando vegas, lares, valles, montes,
riveras, endrinos y zarzales,
bajo la horrida sombra un nogal excelso,
acuesto agravios y señales;
y pajarillos de auroras evanescen,
dormidos, que canten grillos y chicharras,
de un verano que se aproxima,
verdor de cerros, tus pechos,
candor de senderos, tus piernas,
tu ramaje que canto,
piador, clareando de la cepa, al olivo,
pasando el girasol.
Soy hijo del trigo, y una amapola.
Los grillos que en oscuro velo aparecen,
cerros, y montes, te orean,
creería que mi tarde quiebras,
como rayo de Poniente.

II
Y arpa abismal,
oh mis grillos amables,
con azul chaqueta en el raso,
rocío permisivo, le creería en el rostro de almendras.
Adornada la reina espiga,
antigüedad y fiereza, viste el noble comunero,
en su Campiña, se mete sin juntarse,
entre las filosas lenguas,
Donde oye:
-Plantamos, o recogemos.
A las puertas florecen las azucenas de la tarde,
más lozana ella, que un cebollino,
bonita, como una caléndula,
harta de sensata,
como si floreciese alta como lirio
de las peñas nevadas,
y bajara reluciendo como bendita cicuta
de pantano, algún ciego de armónica ligera,
y pluma clara de alegre escritura,
entonces, se promete, admirarte siempre,
mientras vea el sol nacer
y poder esperar la golondrina,
píe:
Hipsípila, siempre vivirá como su padre Sol.



Förüq er lobo-bohemio Esteban


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Realeza de estrella