Has llegado al infierno,
y cima encumbrada.
Toda montaña, que viendo, no responde.
Avanza el transverso los sueños,
aquí que el cielo toca su humor;
sediento.
Llevo tierra y simiente de estrellas,
en zurrón pastoril;
donde guardo también lágrimas celestes.
Tierra nieve, encendida.
He lanzado mis polvos de hoguera
sobre un destino como laberinto.
Sobre los ciegos pasos de Ícaro.
Guiado por hilo,
secando luces que ata la vida esclava,
avanzo ya por tu húmedo bosque.
Umbroso, despertando imágenes
en candelabro.
II
Bosque de labios tuyos
atisbados como flor perenne.
Lograse el ciruelo dorado.
Liberando fieras como luces breves.
Sus salamandras de fuego
y luciérnagas por cantiles,
miles.
Mañana me llevarás a liberar tus peces de cristal,
corazones en óxido de Sol Ferro Padre.
Allá donde duermen semáforos
y todas las calles me llevan a encontrarte.
Realizando mi conjuro en Bitácora.
Te invoco Leannán-Sídhe,
siembro mi pena y mi cordura,
como una melodía jamás entonada.
III
Mi reconstrucción
desde el Nitrato de Chile,
con mi pensamiento a solas,
como se alza una divina parra.
De nieve-agua roja, de estrella tu mirada
que tintinea y baila ocasos.
En estrella tu mirada
como vaho refulgentemente
bello, y conectado con mi interior,
oh, barro de luz,
reflejo duradero un placer
como alfabeto toda rivera,
la Estrida tiniebla,
y su alma blanca, oceánida.
Todas las flores desangradas.
Förüq er-lobo bohemio
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