I
Tiempo brillaba,
colgada su tela,
la araña,
el impulso difuminaba,
que de la bruma pretensión,
alzado el mordisco
tu piel diviso,
eternidad sujeta
no era tatuaje,
ni seña de su negro puerto,
nadie está aquí,
nadie allí,
pretérito tiempo difunto,
todo lo que espero,
todo lo que quiero,
ser de ti seas de mí,
unión tinta eje de sangre.
Unidos sin final,
de perenne comienzo,
y estela granate de mi sed 
que abrasa,
envolverte del nervio afilado,
deseo que corre, acampa.
Lame tu sola voz,
esta sed que late,
esta sed que no disuelve,
coronación me llama,
quebrada la sinfonía del ascua,
era un renacer sempiterno,
latente sin sepulcro vertiginoso,
ni mármol floreciente todo siglo.
Que a ti voy y sigo unido.
Fuego y luz quisieron unirse,
relamo mi destino,
que no te busco, te encuentro,
sin nombre es como te busco.
Reina de rectos augurios,
y compases húmedos,
todas ganas dictan y envanecen,
tu lúgubre destelleo quiero besar,
deseoso, mi camino,
un mar en brea,
una caricia,
que en extasía,
siembra castro.
Y lecho todas flores,
del reino sanguinoso,
precede y procede
beber tu vals,
afilarte toda con lengua,
y palabra,
un erizar endógeno,
del interior relucido,
agotada la espera,
suspira por tomarte entera,
y dictaminar
que me encorajiné con fuste,
fusta y motivo.


II

Mi alma anclada en gozo,
de que tú seas su ilusión verdadera,
Quimera de piel y amable entrega;
soy tuyo hasta el tiempo 
que me verá desvanecer
a tu lado,
naufragando mi barco,
hoy me visto de cisne,
perfumada de rosa esquiva tu mirada,
para encender mi candil y su verso,
a ti estoy sujeto,
como el inicio del tiempo,
que jamás me verá desvanecer,
de tu puerto,
a tu lado, 
naufragando,
hoy avanzas mi canto para  pintar
de tu color su verso,
que ya no retuerce ni retorcerá,
muerto el suplicio,
queda servirte mi flor de hueso,
despierto, despierto mi reino,
vuelto el nuestro,
resumiendo el latido por ti confeso,
para resplandecer,
y que viva siempre 
nuestra luciérnaga de amor.
iluminando el abismo,
y su garra,
para ser yo quien te ama mi Leana.
Quien te vistió el cielo,
de todas las flores 
mi amada señora hada.


III
Preludio de tu posesión de alma,
está mi quimera dispuesta,
para relucir mi vida quieta,
y su estampa que quema,
que inverna,
muerta la calma,
y su abrojo de plata,
todo lo que queda es ella,
vida para el telar de mi letra,
despierto el alarido, y rubrica qué quiero,
es ella quien me queda,
para florecer el viento,
flores de Sol latiendo,
y su bello campo de amor por deslumbrar,
al Rey Lucero,
era o no era,
llegó mi tiempo,
me visto de cuervo,
para volar su cielo,
mis violetas nocturnas caen.
En flor junto mis sentimientos,
para acampar el sonido,
y su destello.
Soy yo, quien quebró para ella un tiempo,
el horizonte gritaba su amor envuelto,
lloró otra primavera de nuevo,
soy yo el que escuchaba atento,
fiel de su beso,
para mí no era verano,
era infierno en soslayo,
sí, su estampa relucía de nuevo,
era sin duda mi tiempo,
el de rajar el suelo;
sembrando mi aliento,
despertando al muerto,
trepando la ilusión,
en su pupila de hierro.
Desmenuzando el latido,
quedó que yo, 
vivo por el latido que me mantiene en vilo,
reposando despierto,
a ella, sujeto, y, preso.
Para florecer en ella 
alaridos despiertos,
a besos.
Y mi caricia quedar proscrita,
a su submundo de los condenados.
así como su cariño me brilla.




Förüq castellano Miguel Esteban