Elegía tercera:
A mi pena moribunda,
aquella que ya no siente,
aquella que reniega, sí a desfallecerse,
fama de estrella inviolada,
servil de cuantos pavores reales,
ha cercado,
pena mía,
oh tú, cual sierpe,
siempre ofrecida,
siempre expectante,
gloria de mirarte,
dónde,
si mi sangre parece que place,
quajarósla mi dulce bella resiste tu embate,
de fantasma y fantasía renegado,
acabase mi porfía sin cerrar dulce luz
y el manto de luciérnagas,
el techo abismal de cueva,
planeta que esta noche te resuelva,
ningún consuelo pardo te abrigue,
he permanecido,
como duro y lloroso terreno,
ojos por sílfides bañados,
en vil miseria enjutos,
suerte y muerte dulce hermano,
acababa de extasiar aquel furor asmático,
reclinaba yo discreto a tocar tu alma,
este llano que destellea de pureza muriendo,
y riera en rambla,
todas flores existen,
desangradas
como y en vanidoso, cristal,
de tu hermosura como una luz brilladora,
que resplandecía,
ay, de la generosa mortal gente,
oh gloriosos, hados, desparcir mi sangre,
al duro y mezquino fierro,
Sátiros, Ninfas, Faunos,
no hallaréis,
en mí ni vida moradora que arrebatarme,
siembro mi número,
y mi letra T que ni supremo, Creador Universal
ha, ni puede borrarla, como es arriba es eternamente. Avernos abajo.
Förüq castellano Miguel Esteban
No hay comentarios:
Publicar un comentario