miércoles, 17 de enero de 2024

Arrojo, solícito

 Contigo, llórame noche:




Escribo al ánimo mercurial,

gota tras gota de incesante

consecución de días

en esquela volátil,

recto devenir en gotas

una tras otra

como gotas del agujero del cielo,

fluctuantes en raudo

taladro de sienes inmiscuido.

Hoy es un mañana prefabricado

y mañana quizá

será un vestigio del ayer labrado.

Zigzagueante azar plumoso,

percusión de hondos campos

señero.

Voy por el inconcluso, magnánimo

éter sin ciencia ni papeles,

escribir acaso dicta,

precoz, voluptuoso,

arraigo terruño,

flagraré recta pesquisa

para guerra de Júpiter,

y Marte quedara insubordinado,

áureo involucrado,

mi pecho en alza,

místico querer

de mi vana sombra

a mi saeta inominosa,

negrura de sola noche que no avanza

y todo el terreno ya devora,

goteo incrédulo

de alisos entre azucenas de la tarde,

fuelle eterno de alaridos,

entre iluminada evanescente,

ven luz a este canasto te haré

oro de mimbre solo.

Hilvanada que trenza su muerte

en escala soporífera

la noche y su magia eternal

como gota adentrando dentro de otra gota

como reguero de una precipitación incesante

donde todo se reducía

al fractal de la gota sola

buscando compañía

de suelo o frente,

de estío o de sudor,

de río o rambla,

de riera o manantial eterno,

en idea de lo que fuera

fundirme en tu cuerpo.

Mi solísima noche,

tu sonido en reloj de esencia

criqueante como grillo

de este estío reverberante.


El Castellano

Mi sangre yerta reedición:


Original 2008

IV 2019


Canta, respira

mi sangre onírica, yerta,

el romo hierro

de tierra por sembrar,

reza que canta la amapola vieja,

sangre rubí del corazón carmesí,

sueña mi semilla despertar brotando

donde el muerto sueñe y cave su vida,

y mi cicuta afligida,

en negror enraíce el paraíso,

de pieles sedientas y bocas esquivas.

Hojas muertas,

corre mi otoño terruño

desde la vereda a toda rambla,

corre mi frío yerto,

desde el infierno fragoroso

al río de esta alma por sembrar,

encina liberta de mi piel esquiva,

beso de tierra y vid,

beso de trigo y girasol,

de cuchillo de espiga mi cante,

de zarza y espina mi amor

real como intangible,

áspero y rígido,

bravo y valiente,

duro y endeble,

metal y simiente,

pan y niebla,

niebla y bruma tizna que desprende,

desde la boca hasta el pecho doliente,

donde canta mi pasión sin despecho,

vive esta sangre caliente,

ascua y lumbre de mis tocones,

nube del cielo por dibujar cantando,

a estampa de sed y viveza por entrañar,

canta mi umbral, desea ser reloj infernal,

quiere tener soles y lunas sin gemir,

invierno llegas,

dibujando transparentes los miedos,

espejo hondo severo

en caracol rotundo sonoro,

avanzas cada campo sin permiso,

helando hasta el hielo,

oda de mi sangre dulce yerta,

por mi tierra me arde la siembra flamígera,

y el beso queda frío, escueto,

parco el sentido enamora el hálito,

quién te viera marchar,

vestida de olivo y centeno,

de olivo y cebada,

de trigo y espada mi guadaña,

por la calma abrasas la esperanza,

en maldición cantas tu canción,

y los cuervos te rinde pleito de negra ala,

de grazno escondido en cada roble,

desde la piedra a la cueva encerrada,

abrasas oscuridad mi entraña,

dibujas tu vívida estampa,

donde el tiempo yace muerto,

y solo los duendes te entienden,

solo las hojas buscan su nueva vida,

d' este sembradío de niebla me avanzas sin piedad,

la dicha y la sombra por ganar,

desde mi tierra encendida hasta la parca bonita,

desde el cante a la maraña,

te canta mi vida quieta

este amor de la mañana

en tu pliegue de sonrisa y en la noche de tu aura,

suspira el petirrojo,

quiere ser río de alma y arrojo,

quiere nacer abrojo,

el espino mece la espina de mi antojo,

y la amapola amarilla,

solo ella abre a la gran luz,

horizonte de mi piel que quiebra como ayer,

enamorado suspiro de río,

enamora mi hielo,

donde duerme,

donde reposa el amor de mi sangre yerta.

Su secuela en escuela, dicta

hoy es para el olmo seco estío chirriante,

grito de carcoma voraz,

por el sendero de hormigas

a la hueca corteza de mi seco árbol,

cruje su cicatriz

de herida reseca.

Un compás de chicharras

y grillos secuaces,

lloró el centígrado,

y soñó toda sangre

que la savia su olmo

latía grana

que jamás yerta circulaba.


El Castellano


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