jueves, 27 de mayo de 2021

Cálido arrullo










Se juntó el ocaso,
con un alba silenciosa,
dos halos oscuros se deseaban,
y querían entre espinas de rosas yertas 
de la aurora,
se añoraban en evanescer líquido,
sólo templado por miradas esquivas,
intermitentes,
como luces de luna,
ambigua, desapagada,
corrían en voz,
por umbríos sotos reales,
sus vestigios yertos, cariñosos,
entre espumas de tiempo disuelto,
dejaban alaridos,
bebían rocíos de flores,
se acariciaban como musgo y roca,
su sed mutua era intensa,
como eco en caverna que encuentra salida,
oscura brillantez anhelaban ser,
así sangre perpetua del granate mineral,
deslizaban por senderos inextricables,
llamando a un olvido envolvente,
su misterio era blando,
como devenir aterciopelado
y sonrisa inevitable,
jugaban como resortes envolviéndose,
y alejándose para encontrarse,
su gemido crascitaba a la altura
los montes,
su soledad era perdida,
ellos, halos imperecederos,
únicos al semblante indisoluble,
soplaban notas entre sus voces,
y helaban el frío de la madrugada,
en un velo que teñía el aire
de azul aliento,
su energía era pura,
como brota una semilla,
esperando, volver a ser semilla,
hilaban sus deseos fugaces,
necesitándose,
y bebiendo de la misma agua,
la armonía inmaterial
les envidiaba,
ellos dos halos azabaches
como lágrimas de la noche agarrada,
y su oscuro sabor de eternidad.



Förüq castellano Miguel Esteban

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