domingo, 4 de abril de 2021

Ojo de tierra 2015 original presente en Yunques en la tierra






























 

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Ojo de tierra:

 

Un silencio yerto,

se abre esta noche

por ensordecer,

reflejos de resplandecer,

en este frío de ayer,

pasos de silencio roto,

abre una espiga

un respiro, un latido

envilece mi procesión de fuego,

cristales que se rompen,

bisagras que se doblan,

esta noche

de la nube de antes de ayer,

todo se alza

para llegar a ver,

recorta este hálito de tierra,

un suspiro ciego de hiel,

llega para enloquecer

mi sangre que tiene sed,

he salido del infierno,

quién me va a detener,

sombras que gritan,

hielo que sostiene,

mi cruz del horizonte,

por descender,

afilo mis colmillos

hoy se verán morder,

esta ventana de sed,

rebotan los tiempos,

muriendo,

diáfano espacio

de ausencia brillando

su infinito parco de cristal,

llegaba otra primavera,

sin celda de madera

chirriando su carcoma

que mordía este cielo

con su moneda

que brilla mi idea,

esta tierra late,

esta mi sangre fluye,

cabalgo este acre torcido,

recorren florestas

naciendo, brotando

fundiéndose con tierra abierta,

soles lloran escarcha.

del nacer crepitando,

te juro que avanzo

hasta ser esencia de río

granate de mi lustre colgado,

debo aguardar

debo escuchar

este patio,

hablando con la araña,

que caza bellezas,

un día recordará mi tiempo

que fue mío,

dejará de estar perdido,

y este poema me dará de comer,

por tener dos mil cien,

creciendo en sus ramas

de sangre negra,

ay la tierra,

sí esta tierra

que me vio crecer,

por la que siembro

mi flor de viento,

desnaciendo el tiempo

que lloró mi ojo,

siendo de tierra y para ella,

abro que domino

esta ceniza que me lleva.

 

 

Clama la flor, abeja del lugar por gritar.

- Ven, toma mi néctar,

déjame compartir mi vuelo contigo.

Réquiem por la flor, oda por la margarita

con su mariquita, sauce caído,

cobijado tejo, crepitando:

- tú eres primavera.

Olmo viejo en retozo,

quebrado por la aguja silente

de la carcoma.

El cadillo miente, mientras el abrojo

clava el sentido, quiere la amapola

ser la alegría del lugar.

Cuando el brezo enraíza

el alma de sangre

por derramar mi cuerpo yerto

en la navaja, mientras

la lavanda amamanta la abeja,

y abejorro que llamé Genaro.

Amaranto el firmamento

llórame una estrella

y su hueso de luna que

rompa firmamentos

en auroras,

que venza colgándolas

de las pestañas,

y mientras las pupilas

en sombra abren su cueva

en la clamada verdad.

 

El Castellano.

 

 

 

 

Soñé, te viví, te besé,

te anhelé, te abracé, te sostuve,

te mecí en mis brazos,

te acurruqué, te di de mis labios

de beber; hice tus piernas

recorrer en pasión,

te viví desde pies a cabeza

y siento decirte algo:

- que no me gustó, me encantó,

me emborrachó, me drogó,

si acaso, hubiese posibilidad

de que yo no estuviese muerto

sería por tu recuerdo, amor.

 

El Castellano.

 

 

 

De este cementerio viviente

que me dejen ser la flor,

que por lo menos

a un muerto da calor;

y al difunto, la caléndula su luz,

adorada, nacida del rayo de Sol.

Quien te quiere, te quiso y

te querrá desde este corazón muerto

te amo en albor flor tras flor,

elevado resquicio de caricia

de Diosa Ostara

en resquemor de primavera

cardos brillando en espina

de dolor, desde mi nicho

pido mi nicho de espinas y de cardos

cuando llegue el momento

si no a mi no me entierran en este cementerio del que vengo

y que la parca fría venga a por mí que este hombre

ya ha muerto y su último suspiro

fue un yo te sentí amor

voy a tu encuentro.

 

El Castellano.

 

 

 

Diente de león por clamar

el prado yerto,

donde lo vivo son las plantas silvestres

incluso el cardo de las damas, las malvas,

las piedras agujereando el terreno

molinillos al viento, por gemir caléndulas silvestres y

papaver hibridum, amapolas roheas sangrando

borbotones de sangre de tierra por brotar

plantago por llenar el campo de espigas con flores,

todo escarabajo gozando de la flor

cómo decir que la flor sea sólo la flor,

si del reino animal es templo, hogar y morada

donde todo empieza y todo acaba.

Margaritas en envidia miran tus ojos

y luego miran las estrellas,

una sabia dice y afirma: son mejores

y más bonitos

sus ojos que ardieron los luceros,

vidas de tu entraña alborada, que el oro no es oro

sin mirar tu corazón;

Corren las amapolas, de tu sangre arden en hoguera

incombustible, plena, yerta, indescriptible esencia.

 

El Castellano.

 

 

 

Golondrinera frágil, esquiva,

reina luz del bosque de las sombras

con tus amapolas amarillas,

los luceros del cielo.

Por poblar jacintos silvestres, tragopogones,

amapolas por doquier

amando la primavera entera

en un mundo que cae disuelto

en espinas de cardo y alhajas

de flores de todos los colores,

mi templo, mi casa, mi hogar, mi albor,

sin alcanzar las plantas silvestres

por poblar este mundo silvestre por mirar

y dan ganas de tumbarse

y ser la flor de muerto porque me tumbaría

para que me crezcan las malvas

y mi cuerpo críe malvas y cicutas rojas

y negras de tinta y sangre

mi condenada bandera.

 

El Castellano.

 

 

Estampa quieta,

tejida en el umbral silente,

nacido de las sombras

y sus benditas estampas

de damas de noche,

la flor blanca estrellada

canta tambores de la tierra.

Y los grillos afinando el violín están.

Las margaritas tienen el te quiero tatuado a fragua

de la flor que sea flor, belleza creada del rayo de Sol

y su albor mecido por dioses, acariciado por Ostara

el humor de primavera cuelga de las faldas

mientras mujeres hilvanan

y trenzan sus cabellos en oro fino de seda.

Yo soy un humilde escriba de la flor de difunto

caléndula officinalis,

por la que el muerto

encuentra luz.

 

El Castellano.

 

 

 

Bebo de quel cáliz antiguo siento las estrellas

buscando la respuesta para ser feliz.

En la planta en albor que crece del rayo de Sol,

sabiendo un secreto de druida de que si miras el Sol

al amanecer minutos y minutos todas las plantas en flor silvestres

brillan incluso más fulgente que el rey lucero,

todo lo colma su brillo, la tierra deja paso a toda vida en color,

a través de la caricia nos trae Lugh.

Reinando el Sol está, hablé con la lombriz de boca gris

que apareció tras mirar fijamente preguntando

a una flor de difunto me comentó

que podría indicarme de la tierra

donde todo es libre, no hay dinero, todo vive por suprema

ley natural, sin miedo ni odio.

Le pregunté a la lombriz que dónde quedaba aquel lugar,

y me dijo con amplia voz:

- bajo tierra.

 

El Castellano.

 

 

Monte elevado en el horizonte,

brezo, encina, carrasca, esparto, espino,

todo crece en albor sin preocupación suprema

nada más que seguir viviendo y echar generaciones.

Hoy me desperté y contemplé la ciudad con todos

los edificios grises, como sus gentes

todo pasa de tierra y aquella que me dijo la lombriz

boca gris me espera, así tenga que estar mi cuerpo

frío, caído de hoja en otoño, no espero vivir eternamente

ni ser festín de gusanos tempranamente.

Yo acabaré por entender la mentalidad de aquella lombriz

de su tierra, que no hay preocupaciones,

fue el ser humano el que inventó el dinero

y la esclavitud que trajo.

 

 

El Castellano.

 

 

 

Amapola silvestre,

llévate mi sangre a las entrañas del inframundo

así como tus pétalos elevan la sangre de los suelos,

que tus raíces me conduzcan al tercer reino.

Ooh, espino amarillo, que bajo tus espinas

han visto infinitud de cal varios nacer los montes

y senderos, que todos llevan al mismo sitio

a perderse en el elevado espino de tu luz.

Ooh elevado, cuál sería tu misterio

para dejar a este escriba absorto.

Brezo silvestre, sin miedo, tras el olivo

te vi crecer, y una margarita cerró junto con el verso

de la caléndula arvensis que tapó con sus pétalos

en cuña, al caer la luna al cielo.

A tí Genaro, abejorro de mi jardín

te extraño y echo de menos, bonito.

 

El Castellano.

 

 

 

 

Corre trémulo a desgañitarse el cosquilleo silente,

que avanza, que recorre tus piernas en ambrosía y miel de dioses

junto con tu aura y alma de dulzura sacada de raíz de la tierra, mi hada

ni una flor se te cayó, ni un pétalo dañó, agarraste enraizada con albor

y tú tragopogón, duende, el mismo destino de rey silvestre te espero

y aguardo en mi maceta, ya que en lo que llevo viviendo

ni una planta se me ha muerto con mi don,

hasta amapolas comunes vieron florecer mis macetas,

hasta margaritas de manzanilla gorda, hinojos, brezos, jacintos silvestres,

crié como un dios creador, dador de vida incluso de la humilde semilla

de la caléndula officinalis.

 

El Castellano.

 

 

Mi vida te escribo como gota que va a los mares

tú que fuiste altiva, ningún humano te pisó

los dioses honraste y te honraron

desde el cerro al abismo, tocado y acariciado

donde todo surca la oscuridad madre

y dama de noche sin afectarle el cielo

de la yerta amapola de luna desangrada

y su estramonio vestido de gala de estrellas.

Todos bailando en la fiesta de los no importados

menos la rosa y el clavel masculino

que tiraron abajo el telón para comenzar la gala

y el baile ganó la datura con la dormidera

por sus trompetas de los ángeles abriendo al clamor.


El Castellano


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