
¿Acaso oculto canto de soledad te envío?
Puede, tan nítido que ningún hombre
en tierra, pueda negarlo.
Prende mis rosas azures
mis fragantes zarzales.
Ya no Musa, has tú de esconderte,
sólo despertar a la luna tus azares
contundentes. Te logro ver plena
irisado el gozo somero,
danzando yo atrás de telaraña.
Púrpura visión no se me niega.
Serenidad virginal que florece
entre el tranvía de estrellas,
pasaje al otro mundo del que vengo.
Tempestuosa tú amada;
sirves al cántico sanguinoso, inicial.
Florecientes mármoles me acogen
tu magnificencia exacta, digna de altos
dioses.
Perenne diamantino que desnuda tu letra
acorde al compás de mis soles.
II
Furor sostenido en tu piel
tangencial, somera, acaudalada,
por todos los cauces que gimen,
las ascuas tus bellas estrellas.
Abro que dispongo el néctar los dioses.
Hidromiel, que embebo. Surco mi Campiña
quiero cielo y tierra en un cuenco.
Mi araña dicta, yo converso,
era un patio de astros, amada mi sola
ojera, en guardia, armada,
ricé el réquiem de su insomnio
esencial, en vez de un ramillete
de iluminación,
me prestó un racimo su negrez.
Avanzo mi libreta, sombras caminan
su muerte de media tarde.
III
Portón de los tres umbrales
Luz, Tierra, Tiniebla.
Es como si hoy rasgara el viento
hendiendo un cuchillo.
Atravesaba bailando un murciélago
densas sombras como colgasen
el alto cielo, latido de mi roble
inefable, me prestó sus ojos
y se abrió la cegadora siembra celestial,
en una acogedora alma, dispuesta,
los ríos sanguinosos tangibles,
afinan el acordeón mi diablo,
euforia sempiterna en dos, tres,
esferas; euforia es mi real
acorde de magia presente,
al leerte, sentencia renegada
de ángel desertando a morir,
vida de la sangre en Umbral.
Förüq y Leannán-Sídhe
MIGUEL ESTEBAN MARTÍNEZ GARCÍA
El Inocente
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